Si se divisa un pedacito del arcoiris en el cielo lanzaroteño, querrá decir que aberrunta lluvia,
y debe ser cierto porque hoy se le ha podido ver y llovió, efectivamente.
Cabañuela popular de Lanzarote

Tal vez no exista una imagen más elocuente de la lucha por la vida de los habitantes de Lanzarote que este mural que el artista César Manrique pintó sobre las paredes del antiguo Parador de Turismo de Arrecife.

En él queda reflejada de forma elocuente la dureza de la vida; el combate, si se quiere, contra los elementos que azotaron a generaciones y generaciones de lanzaroteños.

Es la expresión de un esfuerzo que ha forjado nuestro carácter.

He ahí su trascendental importancia y la necesidad que tenemos de conocer su historia, que es, al fin y al cabo, la crónica de nuestra forma de ser.

En la cultura aborigen un punto de agua constituye un medio de máximo interés dada su vital intervención en el desarrollo de la vida de la población humana, animal y vegetal. Su presencia o ausencia influye, igualmente, en su organización social, religiosa y, hasta, en su estructura política. De esta manera constatamos que la población indígena experimenta estrategias de uso para garantizar la supervivencia de la comunidad. Por tanto, el índice de ocupación humana debió fluctuar en base a la presencia o escasez de este elemento.

Siendo así se entiende que quien marca el ritmo de la existencia o ausencia de agua en el territorio no es el ser humano, sino la naturaleza de la que forma parte. Naturaleza y población constituyen, por ende, una misma categoría, una misma esencia.

Las primeras citas bibliográficas sobre el almacenamiento y la captación de agua en Canarias las encontramos referenciadas en la obra Historia Natural de Plinio:

[…] la primera isla se llama Ombrios, sin huella de habitación, que tiene en las montañas un estanque y árboles semejantes a la férula de la cual se extrae agua amarga de los negros y agradable al gusto de los blancos.

Dicha referencia tiene que ver con el afamado árbol Garoé que estuvo hasta la Edad Moderna en la isla de El Hierro, y por el cual Canarias fue conocida como lugar de avituallamiento de agua para los navegantes antiguos.

En la cultura aborigen, el eres o chupadero constituye el sistema de aprovechamiento del agua de lluvia que permanece estancada en los fondos arenosos de los barrancos.

La técnica consiste en practicar una excavación en la superficie arenosa hasta alcanzar el nivel de agua retenida por poseer el barranco un fondo pétreo.

Después de las lluvias, la arena cubre totalmente el agua caída, ya que ésta se filtra y es inmovilizada generalmente por una colada basáltica que impermeabiliza el suelo. El agua se conserva debajo del nivel de arena, protegida de la insolación, hasta que se accede a ella practicando una perforación desde la zona arenosa del barranco. Retirada la arena, en escasos minutos se forma un charco de agua limpia de la que puede beber el ganado y las personas, o bien ser transportada hasta el hábitat o lugar de consumo.

En la documentación histórica son muy citadas las de Gusa y Safantía, situadas debajo del Risco de Famara. Dichas fuentes fueron frecuentadas por la población prehispánica habida cuenta que en las inmediaciones de ambos puntos de agua se conserva material arqueológico de factura aborigen.

Actualmente, en el área vinculada al macizo de Famara se registra un buen número de fuentes como son la de Gusa, fuente Dulce, fuente Salada, de las Ovejas, de Gayo, del barranco del Palomo, de Famara, de Maramajo, de Las Nieves o del Rey, de Elvira Sánchez y de Safantía. Todas cuentan con poco caudal, dependiente el mismo de las lluvias anuales. Además, es frecuente encontrar en su entorno material es arqueológicos en superficie que ponen en evidencia la presencia en tiempos remotos de la población aborigen.

La mareta es una estructura hecha por el ser humano para el almacenamiento del agua de escorrentía. El interés que dicha infraestructura ti ene en el contexto actual es que se trata de una pervivencia de la cultura de los majos, pues existen un buen número de estas maretas que se constituyen en palpables yacimientos arqueológicos que conectan el pasado con el presente.

Su aspecto está definido por ser una hoquedad dispuesta en la superficie terrestre en declive, hecho que favorecerá la penetración natural del agua por la inercia de su propia fuerza. Además, son extremadamente ostensibles sus muros o teste de tierra y piedra que actúan como bordes que impiden la pérdida del agua recolectada.

 

La construcción de esta obra hidráulica supone todo un hallazgo tecnológico en manos de los majos, ya que su ejecución no sólo comporta la erección de los muretes limítrofes, sino también el conocimiento del funcionamiento hidrológico natural del paisaje en el que se inserta. Ello responde, obviamente, al alto conocimiento que la población tenía del comportamiento del agua por la superficie terrestre, sus características físicas, accidentes orográficos, conductividad, porosidad del suelo, etc.

La mareta es una pervivencia aborigen que gracias a su utilidad fue respetada como recurso en los tiempos modernos y hasta contemporáneos. De hecho contamos con la existencia de las maretas de Guatisea instaladas en la base sureste de la montaña del mismo nombre que permanecen sepultadas por las cenizas volcánicas de Timanfaya, al igual que la mareta de Las Damas. A ellas se suman la de Maramoya, la de la Costa de Teguise, que se emplazaba en la actual residencia de La Mareta, la de Guasimeta ubicada en el área del aeropuerto de Guasimeta de Lanzarote, ya desaparecida, así como la de Annes, próxima al asentamiento aborigen de Morro Cañón en Maciot, término municipal de Yaiza.

Especialmente relevante por sus dimensiones, ubicación e impacto en la sociedad de la isla de Lanzarote fue la de Teguise, que no en vano era, y es, conocida como la Gran Mareta; y ello a pesar de haber desaparecido. De su interés habla por si sólo su capacidad para abastecer a toda la población de la isla en épocas de extrema sequía.

Esta mareta a pesar de estar enclavada en Teguise, capital insular en estos momentos históricos, era un asunto del conjunto de los habitantes de Lanzarote, y de hecho, la limpieza de la Mareta corría por cuenta de los propios vecinos, no solo de la Villa sino del total de municipios, lo que les daba derecho a utilizarla. Igualmente era responsabilidad insular su mantenimiento o cuidado, y sabemos que a mediados del siglo XIX cada vecino pagaba ocho maravedíes al mes para el sueldo del guarda que cuidaba de no dejar entrar al ganado a beber dentro de la Mareta, o para que se respetaran los horarios establecidos para el abasto de agua.

 

¿Sabías que ?

El cronista grancanario Pedro Agustín del Castillo visitó la isla de Lanzarote dejando en el año 1686 el siguiente testimonio escrito sobre la Gran Mareta de Teguise en su libro Descripción de las Islas Canarias: […] En medio desta dicha Villa hay un recogimiento de agua que llaman
mareta y en lloviendo se hinche y no de otra manera porque en esta isla no hay ni fuentes ni manantiales y con esta agua se sustenta todo el lugar y en los campos hay algunas para los animales y faltando estas maretas es menester ir a buscarla a unos pozos, a cuatro leguas de la Villa.

 

Resulta probable que los pozos de Rubicón, los de Afe, los de Juan Ávila (Dávila), del Janubio y los de Femés, todos situados en la zona sur de la isla, si bien tienen un contenido histórico como puntos de aprovisionamiento de agua, se remitan a la cultura aborigen, en base a la práctica de chupaderos o eres, como así pudiera indicar la tradición de este tipo de explotación en la zona. Ello sin olvidar sus vinculaciones al proceso de conquista y colonización de Lanzarote.

Con un carácter histórico concebimos asimismo los pozos que hoy permanecen enterrados o han desaparecido, como el de Cañada Blanca en la Playa de Las Mujeres, en Las Coloradas, Berrugo, etc.

En el área afectada por las erupciones volcánicas históricas son abundantes los topónimos referidos a este elemento. Sabemos de la existencia de bebederos como los de Guágaro; charcos como el de Guimón situado en Chimanfaya o en la Montaña del Viejo, en el pueblo de Maso; fuentes como la de la Montaña Señora de Candelaria en el pueblo de Candelaria, sepultado por el volcán, la de Las Lagunetas de Guágaro en la aldea de Guágaro, etc.

 

Relacionada con el agua podría estar la hipótesis de trabajo planteada sobre la posible representación rupestre de la diosa fenicia Tanit o la diosa Astarté de los libios, en el interior del Pozo del Centro o el de La Cruz de la zona arqueológica de los Pozos de San Marcial de Rubicón.

Esta divinidad se vincula a los cultos de fertilidad y especialmente al agua.

Determinadas divinidades se relacionan a elementos naturales, ya sean accidentes orográficos o elementos vitales como serían los puntos de agua, vegetación arbórea, etc. ya que en las fuentes y cauces acuíferos se fi ja el alma de los muertos que otorga el agua su fecundidad, siendo por ello objetos de culto.

Las montañas debieron desempeñar un papel relevante en el suministro de agua para la población aborigen de la isla de Lanzarote.

Estos accidentes geográficos no sólo actuaron en tiempos prehispánicos como captadores naturales de agua de lluvia, sino que además presumiblemente se comportaron como lugares de culto en los que se celebraban ritos. En condiciones extremas, el ritual pudo convertirse en un recurso más para que la intervención divina garantizara la permanencia más dilatada posible de este recurso limitante.

Hemos llegado a estas conclusiones después de comprobar la gran cantidad de manifestaciones rupestres de procedencia aborigen asociadas preferentemente a montañas y a barrancos. Se trata de un importante registro en piedra que nos está permitiendo cambiar el inventario temático de la isla al añadirse nuevos tipos y variantes de las manifestaciones ya documentadas para las culturas aborígenes canarias.

Una de ellas son el conjunto de canales que aparecen en determinadas montañas de la isla. Hoquedades realizadas por la mamo de los majos con esa doble finalidad que hemos prestablecido: la captación de aguas y su posible carácter mágicoreligioso. De esta manera podemos especular que los canales sirvieran para el desarrollo de rituales con el fin de minimizar la escasez de agua, la precariedad tecnológica para su obtención, etc. estableciendo lazos de solidaridad grupal a través de la interpretación de la voluntad de los dioses y antepasados.

Dada la importancia del agua en Lanzarote y especialmente de su escasez, es fácil relacionar yacimientos y lugares a este recurso. Por ello es posible que una colección de sitios arqueológicos de la isla la vinculemos con este bien, de forma directa o indirecta: es el caso de las queseras.

De ellas tenemos magníficos ejemplos como la Quesera del Majo en Zonzamas, la de Los Tornajos (de Bravo), la referenciada oralmente en Ajey, o la desaparecida en San Bartolomé.

Los recintos conocidos como efequenes corresponden con lugares destinados a la celebración de cultos y rituales. En las fuentes se describen como […] redondos y de dos paredes de piedra, y entre pared y pared huco. Tenía entrada por donde se servía aquella concavidad. Eran muy fuertes y las entradas pequeñas. Allí ofrecían leche y manteca. Así los describió Abreu y Galindo a comienzos del siglo XVII.

Los litófonos, como el de Pico Colorado, o el de la Peña de Luis Cabrera, pudieron asimismo desempeñar un papel peticionario o servir de escenario de rogativas basadas en recursos sonoros, golpeando los puntos de percusión de estos soportes, a modo de los “Baladeros” o “Bailaderos” en otras islas de Canarias y que hemos documentado en Lanzarote en el Corral de La Ovejada, en la base noreste de montaña Mina.

Algunas personas tiene la capacidad para predecir las lluvias que han de venir, de conocer los tiempos reinantes como respuesta de un conocimiento innato que se les manifiesta de forma poco científica, pero si muy efectiva. Se dice, entonces, que dicha persona ha hecho un aberrunto.

Estes tipo de manifestaciones se conocen desde los orígenes de los tiempos y sabemos que los majos, la población aborigen, disfrutaba de los beneficios de personas que tras años de observación de la naturaleza eran capaces de predecir los cambios atmosféricos. Una tradición que ha sobrevivido a la modernidad de los tiempos y que se pone de relieve en boca de muchos lanzaroteños que son herederos de un tesoro recibido por la tradición oral.

Por tanto, es probable que el conocimiento astronómico de la población insular actual vinculada a economías tradicionales se sustente en alguna medida, en el saber y control de la sociedad aborigen, para el registro de ciertos fenómenos como la salida y puesta del Sol, las fases de la Luna, los planetas, las estrellas, así como fenómenos meteorológicos en los que intervienen las nubes, el viento, la calima y que se han utilizado para predecir lluvias, convirtiéndose en signos y señas del tiempo vinculadas además a los aberruntos y a las cabañuelas que durante siglos emplearan las personas de esta isla.

El campesino observa cualquier alteración de los elementos de la naturaleza presentes en su espacio existencial para determinar, entre otros, el desarrollo y cambio de los tiempos. También le ayudan el aprendizaje cultural trasmitido por sus mayores. Por tanto, se trata de un conocimiento empírico pero insertado dentro de la cultura en la que se ha criado.

Observa las nubes, el mar, las brisas, los tonos del cielo, las estrellas, la Luna, las plantas, los animales, sus propios sentidos, etc… los elementos de la naturaleza confluyen para determinar un tiempo específico, y cada elemento es aberruntuoso.

Siglos XV y XVI

En Lanzarote no existen remanentes significativos de agua. Sus manantiales son escasos y de poco caudal, y su régimen de lluvias es irregular y estacionario.

Abocada la población a solventar una necesidad primaria, los lanzaroteños generaron numerosos vasos de agua que posibilitaron la captación y el almacenaje de aguas pluviales, que aún están presentes en nuestra geografía insular, reflejando así su importancia a lo largo de los siglos. De hecho, ninguna generación, hasta finales del siglo XX, pudo despreciar su uso, pues todas necesitaron de estas ingenierías para vivir. Los caminos o veredas del agua fueron testigos de los muchos trabajos que pasaron nuestros abuelos para buscar el líquido imprescindible para la vida, siendo especialmente duros en los largos períodos de sequía.

En 1402 Jean de Bethencourt conquista la isla para Enrique III de Castilla. Lanzarote se convierte en un señorío feudal; régimen que se mantendrá hasta la abolición de
los señoríos por las cortes de Cádiz en 1812.

En estos primeros años, se lleva en la isla un importante contingente repoblador de origen berberisco, que se fusionaría con la población aborigen, y con los colonizadores europeos.

Desde el siglo XVI testimonios documentados dejaron constancia de la extrema dependencia del agua pluvial. Se reconocía ya la existencia de maretas, estanques de agua legados del mundo aborigen, así como de aljibes y otros depósitos artificiales para almacenar el agua pluvial. Así, en la temprana fecha de 1560 el Cabildo realizó el primer inventario de pozos en la isla, destacando por tanto el valor que poseían los vasos de agua.

Siglo XVII

Los estudios realizados acerca del siglo XVII muestran los momentos más críticos por falta de lluvias vividos en la isla entre los años 1626-32, 1648-52, 1662, 1672, 1683 y 1693. Debido a muchas dificultades que encontraba aquí el normal desarrollo de la vida se produjeron numerosos casos de emigraciones, sobremortalidad catastrófica y toda clase de penurias. A la par se dio un reforzamiento de los grupos de poder económico, los cuales aprovechaban los momentos de escasez para la compra masiva de bienes a costes inferiores a los normales.

Las aguas eran buscadas e imploradas. La población entroncaba su fe religiosa con rogativas a distintas advocaciones para que beneficiaran con las lluvias. Estas prácticas religiosas se conservan hasta nuestros días, y en muchos casos no son más que la evolución que debieron de experimentar los cultos paganos anteriores al cristianismo. Cultos que hacían objeto de su devoción a los fenómenos naturales que les permitían la vida: las lluvias, la primavera, la Luna…

Siglo XVIII

A principios del siglo XVIII la mala situación provocada por la centenaria falta de agua hizo que en la isla continuara la crisis agrícola y comercial ocasionadas por los periodos de sequías. La historia destaca las sequías acontecidas entre los años 1700-1705 y 1715-1725.

Desde 1730 hasta 1736 se produjeron las erupciones volcánicas de Timanfaya. Fue tal la miseria y despoblación que los cronistas describían la situación como de […] universal decadencia, sin comida, casas, terrenos ni agua para gran parte de la población. Muchos terrenos fueron invadidos por las lavas, y también […] se entulleron las arenas los conductos y acogidas de los aljibes en gran parte del centro y sur de la isla.

El Cabildo, para intentar paliar la pérdida de los vasos sepultados por las lavas, entre otras disposiciones, ordenó limpiar las maretas y aljibes existentes.

Las erupciones habían supuesto un cambio importante tanto en la superficie cultivable como en los cultivos y pastos. Antes de 1730, en el Volcán de Arriba, en el norte de la isla, se concentraban los árboles frutales, cultivos de mayor porte y por lo tanto de mayores necesidades hídricas. Tras las erupciones, éstos comenzaron a poblar otras latitudes más meridionales, en el nuevo paisaje que se creó, el Volcán de Abajo. Poco a poco en las zonas de menos arena —lapilli, rofe— se fueron introduciendo legumbres, millo, verduras, hierbas aromáticas y parras.

En aquellos primeros años se logró una gran cantidad de […] fruta exquisita y el aumento de los mostos que se exportaron hasta América en forma de aguardiente. Al tiempo, se iban abandonando los arenados del Volcán de Arriba. Habían comenzado a roturar unos terrenos que poseían una de las importantes claves para los cultivos de secano, los arenados.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII se introdujo el cultivo de la barrilla o cosco, planta rastrera rica en álcalis que se empleaba para la fabricación de jabón y la obtención de sosa, tal fue la explotación de dicha planta que la iglesia quiso establecer el diezmo sobre ella.

En los años de la década de 1770 se soporta otra difícil coyuntura. La misma espiral catastrófica de siempre con una sequía que renovaba los tristes cuadros. Se obtuvo la ayuda del obispo y, con él, la solidaridad de las parroquias canarias.

Siglo XIX

Este siglo nació con los mismos condicionantes que las centurias anteriores, añadiéndose, además, una creciente presión demográfica. En Lanzarote la expresión la falta de lluvias se repetí a sin cesar en cualquier etapa de los siglos del Antiguo Régimen. La sequía condicionaba la cosecha y la carencia de ésta abocaba al hambre, malnutrición, enfermedad y emigración. A veces las condiciones de algunas personas fueron tales que no tenían ni fuerzas para acercarse a las únicas fuentes públicas que había.

Desde inicios del siglo las lluvias fueron escasas, especialmente en los fatídicos años de 1811, 1812, 1815, 1818, 1822 y 1823. Por fin, en 1824 llovió en abundancia y palió, en parte, la sed que la isla había padecido.

Las privaciones y el alto cupo contributivo [impuestos] fueron también causas para que el personero general solicitara ayuda y comprensión. Se carecía de lo más necesario para sobrevivir: agua, comida y leña para cocinar.

El pueblo de Lanzarote, como parte de un territorio de señorío, debía mantener la defensa tanto en guerra como en paz, estipulándose un 5% de las exportaciones reservado para tales fines. Asimismo, el regimiento, las milicias, se componía de campesinos que tenían que abandonar los campos en los momentos de conflicto, debiendo, en caso contrario, pagarle a otra persona para que cumpliera el servicio. El diezmo era otra renta que complicaba su existencia. Debían pagar a la Iglesia el 10% de los productos que obtenían de la agricultura y ganadería, llegándose hasta un 30%, puesto que se pagaba sin descontar los costos de la semilla y labranza.

 

1824

En 1824, comienzan de nuevo las erupciones de Tao, Tinguatón y Volcán Nuevo. Se produjeron terribles hambrunas y buena parte de la población se vio obligada a emigrar.

1834

En 1834 se realizó un Informe sobre montes, fábricas y manantiales. Se reconocía que no existí a ningún manantial capaz de ser utilizado para el regadío. El único que tenía consideración era un barranco con agua perenne que pasaba por medio del lugar de Haría. A veces llegó a ser tal la escasez que fue preciso traer agua de las otras islas.

No sólo la escasez de agua repercutí a en las diezmadas cosechas. Entre otras cosas, también influía que la mayoría de las parcelas eran de pequeñas dimensiones y como no se roturaba con la rapidez que se precisaba, los terrenos no descansaban, cultivándose año tras año, necesitando cada vez más semillas y generando menores rendimientos. Paulatinamente, la barrilla aportó mayores beneficios, lo cual iba en detrimento del cultivo de cereales. Cada año aumentaba la extensión de El Jable, en el centro de la isla, esto es, la corriente de arena que se inicia en la costa oeste y la atraviesa alcanzando el litoral del este. Algunos caseríos fueron quedando sepultados por las arenas, quedando baldíos gran parte de estos terrenos.

1839

En 1839 el regidor decano, Serapio del Castillo, se quejaba de la situación. Si se encargaba de recaudar la contribución, como en otros años, sería […] el instrumento de exterminio de este mismo miserable y desgraciado pueblo. Vio pueblos enteros, excepto dos o tres vecinos, que se mantenían con tuneras asadas.

1850

En 1850 se cumplían cinco años de sequía. Dominaba la inseguridad de obtener un futuro donde no primara la lucha por la supervivencia. Una vez más se solicitó el perdón de las contribuciones. En el verano de 1851 se mendigaba agua, muchas personas no tenían ni con qué comprarla.

1861

En 1861 se recibieron 10.000 reales que habían sido enviados por la reina para paliar la falta de ocupaciones agrícolas.

1862

En 1862 se volvió a solicitar la ayuda real […] agobiados por la escasez de cosechas, y aún mucho más por la falta de agua para beber. Pidieron el perdón contributivo para 1861 cuando ya empezaban a hacerse […] sentir las miserias que hoy se deploran.

En ese mismo año, 1862, culminaba un estudio encargado por el Ayuntamiento de Arrecife, firmado por el ingeniero tinerfeño Francisco de Aguilar, para conocer las posibilidades de una conducción de aguas desde Famara hasata Arrecife. Municipio capitalino que era el más poblado y seco; sin pozos ni manantiales por lo que se tenía que surtir de agua de otros pueblos cuando se agotaban sus aljibes.

Para comprender las penurias por las que estaban pasando decían que allí […] el agua se compra hoy en las lonjas como se puede comprar aceite y vino.

1871

En 1871, la escasez de agua era tal que peligraba hasta la cosecha de cochinilla — parásito que vive en los nopales—, especie más adaptada a la sequía que ciertos cereales y, por entonces, principal producto exportador.

1877

En 1877 continuó el mismo panorama, la población soportó […] la pérdida total de la presente cosecha de cereales, causada por la carencia de lluvias y principalmente por las abundantes y venenosas escarchas y las formidables e indestructibles plagas. Se carecía de comida y agua, tanto para la población como para el ganado.Otro año más que les era imposible pagar los tributos correspondientes.

1878

En enero de 1878 se volvió a implorar a la reina. El Gobernador Provincial envió 2.500 pesetas para aliviar la situación.

Una gran ayuda era el comercio de cereales que se importaba de América. La carga de un barco se consumía en 15 días, a su vez muchos isleños se marchaban en los barcos de regreso a América, especialmente a Uruguay

Siglo XX

René Verneau relató la valoración que tenía el agua en Lanzarote. En Tenerife fue testigo de cómo llegaban muchos lanzaroteños […] muriendo casi de inanición.

La coyuntura era cada vez más desfavorable. En 1883 culminaban otros tres años completamente secos. Por entonces se alimentaban con gofio de millo, cereal que era importado de Uruguay.

A principios del siglo XX no existí a en Lanzarote ninguna red de abastecimiento de agua potable. La recogida de agua de lluvia era el único sistema que perduraba, no existiendo muchas alternativas cuando no llovía. Durante la primera mitad del siglo continuaron perpetuándose las amargas consecuencias: la escasez de agua impedía o retrasaba el desarrollo de la agricultura y la ganadería, la pequeña industria, el movimiento portuario… y la emigración actuaba de válvula de escape.

Ante tan grave problema, no decayeron esfuerzos para resolverlo o paliarlo. El subsector básico, la agricultura, siguió siendo de secano que, por su eventualidad, producía índices de pobreza notable y unos hábitos casi primitivos en la higiene y sanidad. Han pasado muchos años, muchas generaciones, todas con la constante idea de cómo garantizar la obtención de agua. Se ha consolidado y transmitido un sentimiento de ahorro del agua cuando la había. Conocido es que cuando la población de Lanzarote sale de la isla se comporta igual; economiza el agua y se llega a enfadar si cree que se malgasta.

La sequía se prolongó en los primeros años del siglo. Se pidió la condonación de las contribuciones rústicas de 1902 y 1903. En 1903 visitó la isla el Padre Cueto y fue testigo de las consecuencias de la sequía. A su regreso a Gran Canaria inició una suscripción pública para adquirir agua y alimentos que enviaría a Lanzarote.

En Madrid, la nobleza y burguesía asistieron a una fiesta benéfica a favor de la isla. También se recibió ayuda desde Argentina y Uruguay, donde vivían muchos emigrantes isleños.

 

Desde el siglo XX se demandaron construcciones para solventar la escasez de agua en Arrecife. Arrecife, el municipio con menor superficie y sin ningún naciente o pozo, poseía la población más numerosa. Además debía mantener, y aumentar en lo posible, la función de ofrecer agua a los barcos propios o a los que hacían escala en la isla, como puerto principal de Lanzarote.

 

El 5 de abril de 1906 visitaba la isla, por primera vez, un monarca español. Alfonso XIII convivió con los isleños por algo más de dos horas. Tal acontecimiento y su duración reflejaron la consideración que se tenía por el único sitio que visitó fuera de lo que era más cotidiano, la plaza principal —la de Las Palmas—, la iglesia, Hospital, etc. El rey tuvo tiempo de visitar La Mareta en construcción. La visita se realizó porque las autoridades y la ciudadanía entendían la importancia extrema de la obra, comprendiendo el rey la magnitud vital de la misma. Percibió su dimensión y apoyó la dotación de presupuesto para finalizarla. Con el tiempo, a esta obra también se le denominó La Mareta del Rey. Los depósitos se finalizaron durante el período de la I Guerra Mundial pero fue preciso continuar buscando financiación para mejorarlos. Las acogidas no estaban suficientemente acondicionadas. Las coladeras se colmaban de barro y piedras. Los dieciséis aljibes que conforman La Mareta no rebosaban pues entraba poca agua. Su capacidad de 16.000 metros cúbicos o 32.000 pipas de agua no era cubierta por las lluvias. A mitad de la década de los años treinta se iniciaron unas concienzudas acogidas de 90.000 metros cuadrados en las que se excavaron atarjeas formando una red hídrica y se impermeabilizaron. Por fin, y casi tras un siglo de peticiones, poseía la capital de la isla una gran obra hidráulica pública.

1918

Los «locos» años 20 no dieron para muchas alegría a Lanzarote. Desde su inicio faltó el agua, y aún antes. En 1918 se volvió a recibir agua de Gran Canaria para repartirla entre los menos pudientes. Se acordó facultar al alcalde de Arrecife para que solicitara autorización al Ministro de Fomento a fin de proyectar un depósito […] de cabida igual a la cantidad de agua que puedan traer de otras islas los vapores correos interinsulares que se construirá en el Muelle Nuevo.

1923

Se continuaron construyendo más aljibes, y a pesar de la escasez, vender agua en Arrecife no era siempre rentable. Cuando llovía, los aljibes de las afueras no podían competir con los cercanos al centro urbano. Cuando escaseaban, la Junta de Abasto obligaba a venderla a un precio asequible para la mayoría de la población, como en 1923, en que se vendió a setenta y cinco céntimos la pipa.

1925

En 1925 se traslada a la isla una comisión de ingenieros y concluyen que en Famara había suficiente agua como para que fuera viable su traslado hasta Arrecife. Lo mismo había ya establecido el ingeniero Maffiote 72 años antes.

1928

En 1928 el Cabildo solicitó presupuesto para construir diecinueve depósitos por toda la isla. El Ayuntamiento de Arrecife solicitó la construcción de un depósito de 200 metros cúbicos sobre el Muelle Nuevo.

La década acabó como empezó, seca. El tema del día, mes, año o siglo era siempre la sequía. La prensa, tanto la de la isla, como la regional o nacional, describe la grave situación. Las protestas de todos son ya […] lamentaciones de agonía y desesperación y no es el pueblo sólo el que se levanta. La prensa canaria recoge el problema que nos azota pero su voz parece que no es oída. El éxodo de los que pueden huir comienza, la desolación se inicia, los que pueden evitar[lo] se cruzan de brazos.

1930

En agosto de 1930 el Delegado del Gobierno, Pedro Quintana Díaz, publicó un bando. Informaba que una empresa de Las Palmas continuaría «regalando» agua aunque se adquirirá a media peseta el metro cúbico. El agua se enviaba gracias al apoyo de Emilio Ley. Era un arrecifeño gerente de la compañía de vapores interinsular que transportaba agua dos veces
por semana y velaba para que el costo fuera el mínimo. Su ayuda se fue extendiendo hacia pueblos como San Bartolomé. A su vez, a medida que la ayuda se adentraba en las poblaciones del interior, la cotización del agua aumentaba. En poblaciones alejadas de Arrecife, exceptuando el norte, se vendía una lata de dieciocho litros por 35 ó 50 céntimos. Poca ayuda recibían Teguise, Haría y otras poblaciones del norte porque su escasez era menor.

A pesar de la gran ayuda que representaba el agua de Gran Canaria, la capacidad de las cisternas de los buques no era grande, entre 100 y 150 toneladas a repartir entre Lanzarote y Fuerteventura. Arrecife recibía no más de 100 metros cúbicos semanales. La dotación máxima por habitante y día era de 2,7 litros. Las inclemencias climáticas a veces representaban un problema porque impedían el atraque. Consecuentemente la ayuda no desembarcaba y el contingente de personas que diariamente se desplazaba a la capital en busca de su cantidad de agua dulce retornaba sin nada.

1933

En 1933 visitó la isla Tomás Cordón López de Ocáriz, Inspector Jefe del Instituto Minero de Las Palmas, quien concluyó que en cuanto […] al alumbramiento de aguas está todo por hacer, las aguas freáticas eran poco aprovechadas. Consideraba necesario realizar estudios en el macizo de Famara pero eran muy costosos, precisando de inversión pública.

Desde 1925 el gobierno de España había firmado un decreto de 1925 por el que se pretendía ayudar a aquellas poblaciones que tuvieran carestías de aguas. El mismo consistía en una ayuda económica: la mitad del costo de las obras hidráulicas, sin que en ningún caso sobrepasase las 80 mil pesetas de ayuda a fondo perdido. Pero éste era un documento tan ambiguo que era de imposible realización en el contexto de las Islas Canarias.

Fue así como nació otro en 1933, publicado el 21 de noviembre. Su aplicación tenía como referencia lo que en materias de agua estaba ocurriendo en las islas de El Hierro, Fuerteventura y Lanzarote. Y daba por hecho que ninguna región española tenía tanta necesidad de un plan de abastecimiento de aguas como las Islas Canarias.

En 1946 visita la isla de Lanzarote el Ministro de Obras Públicas, y las autoridades locales se pusieron de acuerdo para presentar una petición de ayuda que solventara el principal problema de la isla: la falta de agua. Dicha petición tenía como puntos fuertes los siguientes:

  • 1. Traida de agua de Famara para el abastecimiento de Arrecife.
  • 2. Construcción de depósitos de agua de 5.000 metros cúbicos en los pueblos de Yaiza, Tías, Tinajo y Haría.
  • 3. Finalizar la construcción de los aljibes de la Montaña de Guaticea.
  • 4. Construcción de un depósito en la jurisdicción de Teguise, común para Tiagua y Tao.
A final de ese mismo año, el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de abastecimiento de agua para Arrecife.

Hacia mitad de siglo, Arrecife, el mayor centro urbano, donde se consumía más agua, tenía una dotación de cinco litros por habitante y día. La población trataba de ahorrar agua, no sólo por su elevado precio sino para evitar que otros carecieran de ella.

Se propuso profundizar en un sistema donde ya se había experimentado y conseguido algún caudal, las galerías y los pozos. Algo más de 150 metros cúbicos al día era lo que podía ofrecer la isla de su acuífero, además de los que daban los manantiales. Este caudal tenía posibilidad de incrementarse si se hacían nuevas galerías. El risco de Famara mostraba buenas condiciones de avenamiento.

A principios del siglo, José Bethencourt González había extraído agua a través de una galería. En el Proyecto de Abastecimiento de Agua de Arrecife se relata cómo el agua de la fuente de Famara

[…] se utiliza conducida por camellos a Arrecife y otras poblaciones, en años de gran necesidad hemos sido testigos de ver grandes caravanas de dromedarios enflaquecidos por hambre, conducir a esta ciudad gran cantidad de agua, de la preciada fuente. Pero también en puntos cercanos de Haría.

El Cabildo propuso canalizar hasta Arrecife las aguas que manaban del pozo de Los Valles. Había llegado a producir hasta 4.375 litros por hora, según el ingeniero García Puelles.

Este pozo era propiedad del Cabildo y las galerías eran privadas, de empresas o comunidades particulares. Entidad que solicitaría la ayuda del Estado, el 50% de la obra, tal y como se recogía en la Ley de 25 de junio de 1935.

Se realizaron cálculos acerca de las necesidades de Arrecife. La distribución del agua en las poblaciones estaba relacionada con la mayor o menor facilidad para obtenerla. Dadas las dificultades, en la capital se daba la mínima proporción por habitante.

1944

Desde 1944 el Instituto Nacional de Colonización otorgó créditos a los agricultores de Lanzarote para la construcción de arenados, aljibes y pequeñas viviendas rurales. Entre 1944 y 1957 se invirtieron 46 millones de pesetas. Se construyeron 56 aljibes, que suponían un total de 6.280 metros cúbicos, por un coste de 838.113 pesetas.

Por el Decreto de 21 de noviembre de 1933 el Estado reconoció la […] insostenible situación de un régimen hidráulico excepcionalmente adverso. Se proyectó el Abastecimiento de Aguas de Arrecife realizado por el ingeniero Alfonso Caballero de Rodas, que además de los alumbramientos, constaba de una estación elevadora y la red de conducción hasta Arrecife. Se iniciaba también un intento de contrarrestar la persistente idea de que en Lanzarote había muy poca agua subterránea.

Paralelo a este proyecto, el Consejo Insular del Movimiento elaboró un Plan Insular para estimular la construcción de aljibes mediante subvenciones. Fue elevado al Gobierno y sometido a la personal consideración del Jefe del Estado cuando visitó la isla en 1950.

1946

En 1946 se aprobó el proyecto de perforación de galerías de agua en el macizo de Famara y su canalización, 17 kilómetros hasta Arrecife.

1948

En 1948 se adjudicó al Cabildo de Lanzarote y al Ministerio de Obras Públicas por 3.500.000 pesetas. El Ministerio aportaría el 75% y el Cabildo el 25%. Se perforó una galería de 950 metros, hacia Las Nieves, y otra de 450 metros que partiendo de la anterior se dirige a las Peñas del Chache, con desniveles hacia la bocamina. En el cruce, un pozo de ventilación de 70 metros de profundidad. A cuatro kilómetros se construyó la sala de máquinas, que se encargaba de conducir el agua por desnivel hacia dos grupos de motobombas que la elevaban hasta lo alto de Famara, a 150 metros para que desde allí bajara por desnivel hacia Arrecife, a unos catorce kilómetros.

1953

En mayo de 1953 se registró un aforo de 377 metros cúbicos, 754 pipas al día. El agua se depositaba en la Mareta del Estado con capacidad para 16.000 litros. De allí se distribuía hacia el centro urbano de Arrecife y al depósito del Muelle Grande. Desde el pilar del Muelle Chico se realizaron dos tomas directas: al Hospital Insular y al Parador por convenio con la Dirección General de Turismo. El proyecto se culminó en 1953, fecha muy importante para Arrecife. Por primera vez en la isla una localidad tenía una
canalización de agua. Llegaba el agua y había que celebrarlo. El 24 de junio la población se unió ante la bendición del pilar público del Muelle Chico. El 30 de julio se inició el despacho de agua en el pilar de La Marina, siendo además una importante obra artística. Comenzó así Arrecife a beneficiarse de un agua que se caracterizaría por sus propiedades salobres adquiridas por el arrastre de minerales durante la filtración. El suministro diario era de las 6 a las 9 horas, en latas y carros, en el pilar de La Marina. De 6 a 20 horas, en latas, carros y camiones en el pilar de La Vega.

Se había adelantado mucho pero aún a mitad del siglo, cada mañana, al alba, en las galerías de Famara, más de cincuenta camellos y asnos cargaban agua potable para numerosos lugares de Lanzarote. Niños, mujeres, jóvenes y mayores se desplazaban hasta las galerías para llenar sus envases. El valor del esfuerzo era proporcional a lo que significaba, para una persona, disponer de cinco litros de agua diariamente. Aún parte de la población mantenía la costumbre de lavar la ropa y fregar utensilios de cocina con agua del mar.

1958

En enero de 1958 se dio un paso más en el proyecto de distribución domiciliaria de agua para Arrecife. El Ministro de Obras Públicas aprobó un presupuesto de 2.300.000 pesetas. Ante las duras circunstancias, se prometió garantizar el suministro de los buque-cisternas militares y de los vapores correos. Ordenó realizar proyectos como la construcción de
presas, perforaciones en Famara, sondeos en diferentes lugares y para el aumento del caudal del pozo de Los Valles. Aún faltando agua para el consumo, no toda el agua alumbrada se consumía.

A pesar del relativo éxito que había supuesto para la isla el agua emanada de las galerías de Famara, el problema de abasto no estaba del todo resuelto. Todavía se necesitaba el auxilio de los barcos cisternas.

Por ello las autoridades de la isla iniciaron una serie de gestiones en Madrid llegando el Gobierno de España a considerar la opción de autorizar la instalación de una planta potabilizadora. Planta que sería incluida inmediatamente en el Plan Hidrológico desarrollado en el seno del Cabildo de Lanzarote.

 

1961

 

En 1961 la empresa Hidráulica Famara, S.A. presentó un proyecto denominado Plan de investigación, alumbramiento y explotación de aguas subterráneas en Lanzarote241. El estudio fue redactado por el geólogo Telesforo Bravo, el ingeniero industrial Fernando Belón, el ingeniero agrónomo José Béthencourt y el ingeniero de caminos Sergio de la Fe.

El Plan requería una inversión de 219 millones de pesetas y sus fines eran la obtención de agua para asegurar el abasto en fuentes públicas gratuitamente y sin limitación en todos los núcleos de población superiores a 600 personas, el suministro domiciliario en toda la isla al precio máximo de 10 pesetas metros cúbicos, el favorecimiento del desarrollo industrial y la creación de pequeñas zonas de regadío.

Por entonces, una empresa privada en régimen de sociedad anónima, Termolanza, proyectaba la instalación de una planta desalinizadora de 2.000 metros cúbicos de agua del mar. Ofrecía abastecimiento a 15 pesetas por metros cúbico para uso doméstico, y 25 para el industrial si las corporaciones realizaban las redes de conducción y distribución.

Dos años de sequía habían extenuado nuevamente la isla. A mayor población, mayor problema. El agua existente era insuficiente y seguía siendo necesario importarla. Carrero Blanco, Ministro de la Subsecretaría de la Presidencia, dio órdenes para que un barco, una vez más, fuera destinado al transporte de agua desde Gran Canaria. Se designó un buque que estaba dedicado al transporte de aceite de soja, siendo necesario acondicionarlo. Desde finales de marzo los barcos de la Marina comenzaron a traer agua.

En 1961 se barajaron nuevas proposiciones como la perforación del pozo de Las Majadas, Güime y pozo de La Vegueta. El Plan Hidrológico recibió la ayuda de Florentino Briones, Director General de Obras Hidráulicas, quien se hizo cargo de la ejecución de obras. En agosto se inició la apertura de una nueva galería en Famara. A mitad de año muchas familias no disponían de agua, a lo que se añadía un nuevo inconveniente, la escasez de carros, siendo inalcanzable para muchos el transporte que les sustituía, los camiones cuba.

El Plan Hidráulico quinquenal de 1961-65 proyectó la continuación de la construcción de depósitos, la realización de perforaciones, reforestaciones, y desarrollo efectivo de otras infraestructuras.

El Cabildo celebró la finalización de obras en la fi esta del 18 de julio de 1965, la Red de Distribución de Aguas para Arrecife, la captación de aguas subterráneas para ocho pueblos, la obtención de aguas para el pozo de Los Valles y la conducción de aguas de tres galerías de Famara.

En julio de 1967 un grupo de autoridades visitó la isla para revisar las obras de abastecimiento y conducción. Determinaron que hacía falta iniciar nuevas galerías, proponiéndose tres más. Y de hecho el problema del abasto público de agua persistía ya que más de la mitad de las viviendas en la capital insular no estaba conectada con la red de abastecimiento de agua.